Las preguntas siempre son un intento de desentrañar las cosas, de volver la oscuridad en brillo. De encontrarse con uno mismo al final de los pensamientos.
También encierran peligros. A veces nos sentimos descubiertos cuando hacemos nuestras preguntas. O cuando la pregunta somos nosotros y encontrar la respuesta implica abrirse a los demás. Ese instante en que permanecemos mente y corazón al aire es de un gran temor. Temor por la imposibilidad de cerrarse súbitamente ante cualquier amenaza.
Nuestra mente permanece en estado normal en completa apertura. Siempre en recepción constante de los ecos del mundo. Capta las voces del ambiente, las seduce, las atrapa. También las reduce a pequeños fragmentos reutilizables de conocimiento. Como tal, la mente siempre anda en busca de respuestas.
Con el corazón no atino a decir porcentajes. Puede que la mayoría sean abiertos, receptivos o cerrados, inescrutables. No puedo afirmarlo.
Posiblemente se abra a intervalos regulares. Tal vez tenga que ver con la posición del sol a distintas horas y días diferentes. Es probable que el primer impulso que lo abra sea voluntario.
Cerrarlo es difícil cuando se hace individualmente, unilateral.
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