Yo siempre estoy absorto en ti. Con una fantasía sobre tu sonrisa – mimetizada en el silencio, imitando el ligero temblor cuando estamos a punto de decir algo, y callamos, para no despertar los insoportables deseos.
No escondo de mi mente las turbulencias de tu cabello, ni el delicado brillo de tu piel, sonrosada, tenue, con una vibración maravillosa.
Tus pasos vacilantes, a veces apresurados, para ir pensando en la distancia sobre el vacío tan profundo que nos separa. Con tus ojos diciéndome lo que jamás – no lo sé – me dirás en palabras.
Y tus palabras tan lacónicas, dejando escapar emociones mutiladas para no traslucir tu alma. Para evitar que yo pueda aún más desearla.
Tratas de ser ajena a mí, de negar tu presencia hasta en nuestras próximas vidas. Y de borrar nuestro reflejo en los recuerdos de un pasado en que jamás estuvimos.
Por las mañanas pienso en ti. Y paulatinamente con la noche se van transformando los pensamientos sobre ti en la materia de mis sueños.
Cierras las palabras para cortar esos sueños y en ellos permaneces todavía.
– Inquietante, delgada, temerosa.
Con una mirada que pretende congelar el aire y cerrarme el paso, dejas al descubierto la escritura marcada en las paredes de tu alma.
Logro entonces comprender (contemplar) el significado de tu esencia fugitiva – que me acecha, que me evade…