No puedo esperar a ver el alba.
Mientras veo desaparecer la luna desde mi lecho a través de la ventana. Imagino tocar tu rostro.
Luego te conviertes en nube y te esfumas con los primeros rayos del sol.
Los tiempos son extremadamente raros. Me veía pensando en el futuro en tiempos que ahora tengo como un premonitorio pasado. ¿Hasta qué momento empecé a ver la lejanía de sus palabras que intentaban imponer una barrera de aire que lo llenara todo hasta que no hubiese más espacio para mí?
Eres parte de mi asfixia actual. Una atmósfera enrarecida que genera algunos de mis pensamientos más aviesos.
De todo lo que veo, apenas alcanzo a distinguir los colores que parecían abigarrados antes, ocres y llanos ahora.
No entiendo cómo podría ser mejor ahora cuando todo pareciera indicar que la vida se ha ido.
El tiempo no vuelve jamás. Parece ser así cuando abro los ojos y no encuentro nuevas sonrisas en mi vida.
Entras en un letargo, un silencio abrumador, más doloroso que aquellas breves palabras.
Y aunque estoy rodeado de ruidos y más música y estruendo en el ambiente. Por dentro mi alma se hunde, taciturnamente hasta el absoluto silencio.
Es como si sólo contigo pudiera hablar, hasta que he quedado mudo por el descenso de la energía constructora de mi ser.