La oscuridad engendra noches interminables.
Sombra que envuelve los latidos del mundo, capturando su respiración para volver todo a la calma.
Pasivamente. En silencio. Brotando pausas de la vida en quietud inmutable.
Nos arrastras a recuerdos, en los tiempos en que el futuro no existía.
El futuro era tan difuso como la juventud, eternamente soñando en la complicidad de las sombras y la música. Como un destino irrevocable de muerte en condiciones extrañas.
Recibes perdón en el último instante. Y la última imagen del mundo cayéndose en pedazos.
Unas palabras dirigidas a la noche, a la mujer, a la luna que esculpe nuevos rostros en la noche.
A veces rostros sabor a miel. Otras veces de espanto.
“Fantástica atmósfera tiñe mi luna
Abraza mi ser oh noche tan divina
– En mujer te fundes cual piel a piel –
Vuélvete más oscura.” [2000]
Y en la noche, pasados los silencios, nos despierta el estruendo de las voces arengando al mundo a continuar su movimiento.
A continuar con ese latido interminable.