Desvío un poco el dolor confiando en que se pierde en el anonimato de las letras. En el sentir tan común de los hombres. En el dolor que se presenta a cada momento. En la soledad.
Es una alucinación.
Comienzo pensando en tarántulas que se convierten en cangrejos, en claustrofóbicos lugares de los que debo escapar. En la muerte, una y otra vez como coqueteo de la vida.
Vuelven los amigos ya perdidos. El amor dislocado por la emoción y su ligero dolor que se acentúa con el tiempo – con los nuevos rostros que no recuerdan jamás el tuyo.
Abruptamente se acaba el camino.
Y no hay más que andar.
No hay más que recordar.
Hasta que mi conciencia vuelve lentamente, con lagunas durante el día.