Mantengo los ojos cerrados para verte mejor en la lejanía.
En la oscuridad tu imagen se hace más nítida mientras más fuerte presiono contra mis párpados. Te vuelves multicolor, como si fueras un sueño lleno de voces.
Me avientas miradas fijándote más allá de mí. Me miras y te reflejas en la oscuridad de mis ojos.
Te apagas conmigo en la monocromática agonía que me despierta a mitad de la noche.
Se me incendia la vista cuando recuerdo tu figura. Mi mente desaparece, eres desplazamiento total para la razón.
Cada parpadeo es un latido que arrastra tus colores a mi horizonte. Cada parpadeo eres tú cerrándome un poco más el paso de tu vida.
Cierro los ojos una vez más para percibir claramente el sonido que rompe el casi absoluto silencio. Escucho tus voces cantando en medio de un torbellino para alguien desconocido.
Bajas el volumen para evitar que se escuche más allá.
Cierras las ventanas para ocultar las palabras y las imágenes. Cierras todo, mientras a la vez te abres en otra dirección.
Siento en la inflexión de tu tono los puñados de verdad. Conozco el curso del mundo aunque mi voluntad no quiera aceptarlo o redimirlo. Las palabras y el silencio son la materia de mi vida. A través de ellas deduzco por completo el universo.
Mantengo los ojos cerrados para evitar que la luz contamine mis imágenes. No eres tú, es aquella silueta que no me deja respirar con el recuerdo de su sonrisa.