Envuelto en negro excepto el color dorado de la cerveza.
Mientras las notas más fuertes aúllan, el tiempo transcurre como derramándose de un vaso. Los rostros se transforman a partir de un halo de oscuridad, se mezclan entre el humo, dibujan rostros más perversos aún, provocados por el calor de la noche.
Los golpes persistentes, el ritmo frenético del bajo, el fuego en los ojos de cada uno y el ambiente de camaradería y complicidad que brinda el anonimato voltean las mesas en vilo.
La cerveza se agota, los gritos abundan. Las manos presurosas a capturar un rastro de todo lo que parece carne lista para devorar.
Tú hablas sobre la euforia de Arise, el otro de la demoníaca versión del Sur del Paraíso. Allá también comienzan con la plática del sexo y los planes de atraparla en casa, mientras suenan las mismas notas trepidantes.
Entre la negrura del lugar se ven brillantes los labios mientras rozan los vasos o muerden el cuello de alguien más. El vampirismo parece cotidiano aquí. La sangre es atrayente. Las almas, sueltas a sus más extremos gustos, se amarran en intrincados nudos sudorosos.
Es un lenguaje común, a pesar de ser ininteligible. El ruido ensordecedor y la oscuridad no permiten más palabras que las que se piensan y se actúan, pero no se dicen.