Un color que identifica tu alegría, que enmascara tu tristeza. Una calidez que no da cuenta de la angustia en que a veces te encuentras, de las opciones sin más salidas que no te dejan tranquila.
Un color que representa tu alma, que emula tu corazón, pero que a la vez contrasta aún más tu rostro ensombrecido por la tristeza que te inunda y que por consecuencia emanas.
Tuyo ese color que resplandece cuando estás contenta, que demuestra de modo por demás fiel la sonrisa a la que estás acostumbrada. Un color que adolece de soberbia pero que, a la vez, te vuelve más vulnerable, más necesitada de caricias.
Sientes que a veces no puedes con todo cuando en realidad lo tendrías todo.
Parece que te vuelves ausente en ocasiones, que desapareces casi por entero del mundo, abstraída en tus propios pensamientos, sometida por la nostalgia. Luego, en un solo instante te iluminas por completo y tu sonrisa alumbra la pesadez de la noche y tus mejillas brillan una vez más.
La falsedad es una condición indeseable, pero cuando la decimos con cariño se vuelve un objeto de anhelo. Entonces, en lugar de representar el color de la perfidia, se convierten en la cosa más deliciosa para contemplar.