De repente pienso en ti

De repente pienso en ti.

Pienso en los viajes y te veo en mi mente. No siempre.

En ocasiones tan solo te escucho, a lo lejos, cada vez un poco más retirada, inaudible. O te veo muy difusamente, como atrapada por el atardecer o consumida por la noche. Te siento otras veces, muy levemente, apenas rozando mi piel y provocando aún que mis vellos se crispen con tu calor. O tan solo tu presencia, ya casi una ausencia en verdad, que me involucra el alma y la mente con mis deseos más enérgicos y también los más adversos. Algunos de ellos peligrosamente ligados a la pérdida de mi alma.

No sé si te extraño o la extraño. Si eres tú a quien mi vida necesita o es ella quien aún influye delicadamente en mí.

En verdad no quiero pensar en ello. Pensar implica recuerdo y eso conlleva nostalgia. No quiero.

Quiero pensar libremente en ti, sin que me supongas una pérdida. Todo es ganancia excepto la muerte. Y aún de ella debemos aprender.

Quiero recordarte siempre como lo hago con la necesidad de escribir. No necesito un papel para
saciar una sed inagotable. El escribir se vuelve tan solo “el pensar” en lo que, si tuviera los medios en ese momento, escribiría. Escribir es describir en palabras lo que es tu vida en ese momento, no garabatear sobre el papel signos innombrables que se descomponen con el tiempo.

Pienso en ti y luego recuerdo mi contexto, mis antecedentes y mis objetivos primarios – o simples deseos si se prefiere. Veo el aire y veo el cabello y la piel y las manos. La veo toda, aunque no la escuche.

Deseo lo mejor para ti y deseo lo mejor para mí. Lo mejor para mí está allá donde muy cerca antes estuvimos. Demasiado cerca uno o dos instantes.

¿En ese lugar donde nos despedimos, inconscientemente fue mi cuerpo a decir adiós ante la consagración de mis anhelos? ¿O fue acaso tan solo la crueldad del destino?

A continuación:

30600 AM hoy

30600 AM hoy