El encuentro

Despiertas mi oído
Se me hace cicatriz el sueño, tormentos la noche
Hay pasión en mi cuerpo

Una pétrea espuma de oro baña mi rostro
Se me funden entre sí las vértebras
Abrazo mi estómago, lo arrojo. Vuelve a encarnarse

Me invitas al placer
Rozas mi temblor callado
Arrancas gotas de terciopelo carmín de mis manos

No oigo, no concibo.
Me parece cielo el tiempo
Callado y lloroso a una vez

Trozo a trozo el ojo se desmorona
No hay vista, no hay pensamiento

Me atrapa una lumbre corpuscular
Se queman los campos, los viñedos
Se creman las aves, los árboles en vuelo
Se abrasa la sonrisa

Escamotea su esencia el alma
Hunde el rostro en tierra. Se disgrega en lento desnudar

Pisas mis anhelos
Ordenas sutilmente con tu látigo de deseo

Tomas esta garganta mía, cueva de palabras ahogadas
Escondite de mi canto

Tomas esta garganta mía y la vuelves abismo
Es tu silencio. Emerges de él

Has arrancado mis venas
La lluvia se ha ido
al mar
a tu pensar ausente

Me he quedado en el suelo
Escultura innata, roca viva
Alma obliterada

¿Es el deseo la llama del amor,
el clavel que se tiñe a la luz del cielo y
oscurece sus labios al batir su espada el sol
al dimitir el día?

Porque bastan dos cuerpos:
Lava ardiente, carne de ceniza
Para morir una noche y renacer
Cuando renace el día.

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A continuación:

Una palabra tuya es el mundo

Una palabra tuya es el mundo