La mayor sorpresa

I

Derribas muros con una sonrisa. Saltas corrientes de agua, saltas sobre las rocas y sigues subiendo.

Cada paso que das es asombroso, tan inesperado. Era inimaginable que alguna vez estuviéramos aquí. Y sin embargo aquí estamos.

Ocultos del mundo en un pequeño paraíso hablamos de soledad, de tristezas y de nuestra propensión a quedar callados ante las penas. Pero hablamos, vaya sorpresa, sentados en una minúscula playa, jugando a darnos regalos y a dar giros como locos. Solo dos personas raras en medio de la nada.

II

Más tarde siento que me llevas. Yo solo te guío a través de las rocas. Tú en cambio me llevas de la mano a nuevas experiencias. Me invitas a ser parte de tus primeras veces.

A ser el primero en descubrir que tienes una gran fuerza interior. A ser el primero en notar que tu sonrisa lo encanta todo. A ser el primero que te dice que mejor nos detengamos – ¿quién en su sano juicio haría eso?

“Excepto en casos excepcionales en que haces como que no quieres pero aunque no quieras quieres querer pero no quieres querer tanto como quisieras.”

Y en ti todo causa asombro. Será porque tú también eres asombrosa como esas cosas sencillas en que casi nunca nos fijamos.

III

Tu vida es complicada. Eso la vuelve interesante porque me vuelvo tu cómplice en las misiones más arriesgadas y potencialmente mortales como comprar un libro o tomar un café – ojalá no nos cachen.

Cuando todo sea más fácil para ti tendremos que inventar nuevas complicaciones. ¿O cómo habremos de seguir planeando misiones suicidas? Uno se vuelve adicto a las emociones fuertes.

Como también se puede uno volver adicto a ti.

Anda niña que hasta con tacones conquistas las rocas. ¿Qué cosa hay que no puedas hacer tú para sorprender?

Cuando tú has sido ya la máxima sorpresa.

Vaya sorpresa encontrarte a ti.

A continuación: