Las matemáticas lo explican todo

Siempre es posible asignar valores humanos a las variables matemáticas. En una ecuación, x es cualquier persona, una situación, una frase incluso. Y toda ecuación puede evaluarse para determinar su validez o falsedad. La vida es igual.

Tratamos de resolver las ecuaciones que nos digan qué palabras tomar como verdaderas. Volvemos a imaginar una solución en la que al asignar un valor específico a x el resultado es válido para cualquier situación en la que x es un entero, donde no se aceptan fracciones. Entonces x es elevado a una potencia n y su valor se incrementa, siempre entero, siempre en constante aumento.

Otra realidad alternativa es que x sea un número primo, y en verdad no sea posible determinar su valor cuando se busca en un rango arbitrario especialmente alto. Sólo puede determinarse calculando uno a uno sus pasos, siguiendo cada segundo sus palabras, sus acciones, la ligera sonrisa que muestra, para descubrir si realmente ese número es válido o nos hemos equivocado nuevamente en el cálculo.

Pueden existir relaciones entre x, y, z, …, en ocasiones imperceptibles o tan imbricadas que uno no atina a descubrirlas claramente. Sus valores se confunden en varios momentos; una vez graficados, sus grupos de valores se cruzan de manera repetitiva en un patrón no identificable. Mientras que x permanece como una asíntota, cada vez más cercana al eje pero sin tocarlo jamás, rozando apenas sus perímetros.

x es identificada siempre como una variable. En un momento ya lejano toma un sonido característico de la voz como valor, luego se convierte en una medida de tiempo donde la relatividad toma especial importancia para evaluar cómo hacer más lento el paso de los segundos en una parte de la función y acelerarla en otra. A veces toma como valor el ángulo del desplazamiento de un rostro que se vuelve para pasar desapercibido, o el de una figura monótona que refleja la luz de otra, o más atinadamente su oscuridad, mezclándola con tanto ruido que resulta casi imposible determinar la señal buscada.

Al final su valor actual es reemplazado por otro más exacto, uno que traiga armonía y no distorsión a su gráfica. Hasta que x es eliminada de la ecuación y la solución definitiva aparece, no hay más incógnitas, no sin haber hecho multitud de pruebas e intentos infructuosos por desplazar la variable hasta quitarla de la ecuación y hacerla más clara.

En un momento x es todo, unas horas después ya no es nada.

A continuación:

definitiva y rematadamente salao

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