“La vida es ahora”, dice un comercial.
Es ahora y no encuentro claridad aún en los caminos de mi vida. El camino aquel está en constante confusión, para mí no es claro. Es ciertos momentos parece una línea recta, en otros desaparece totalmente, cambia de ubicación, me desconcierta con sus acciones sobre el medio que lo rodea.
A veces lo recorro, olvido por un momento las advertencias de que el camino fue trazado para alguien más y de que no me lleva a ninguna parte. Mis pies no se marcan en él. Comienzo a recorrerlo, y como si fuera suerte de espejismo me hallo en una curva desde la que se domina todo el trazo del camino que me falta por recorrer, pero cuya ruta conozco ahora. Luego me encuentro con densa neblina, y cuándo ésta desaparece me descubro nuevamente en el inicio, con el camino vuelto tan sólo una vereda pedregosa, casi intransitable.
He recorrido veredas, algunas en oscuridad y que me eran totalmente desconocidas. En algunas ocasiones las he bajado resbalando por el lodo, mientras escucho el grito de las aves que vuelven para dormir cuando llega la noche. Luego, cuando había que saltar sobre las rocas, mis pies ya se doblaban después de recorrer varios kilómetros, eran simples mazos que ya no tomaban la forma del suelo que pisaban, ya sin movimiento. El dolor que poco a poco fue extendiéndose por mis tobillos hasta alcanzar mis rodillas e impedirme finalmente seguir caminando.
No avanzo en tu camino. Eres una selva impenetrable o eres una calzada amplísima. Eres diferente siempre. Te desconozco. No sé si recorrer más en ti, perderme por ti, o descubrirte al fin. No tengo noción de lo que camino ahora.