¿Qué pensarás cuando me vaya? ¿cuando me muera?
Puedo desenterrar un poco del recuerdo en tus ojos, intentando salvar imágenes para reconstruir un sueño, turbulento, apasionado.
Un movimiento de tus dedos me dice “está allí, deteniendo un suspiro” en la distancia en que te encuentras.
Algunos días dices ¡basta! y comienzas a correr en una dirección desconocida, para tratar de perder el recuerdo detrás de ti.
Pero el recuerdo lo formas tú.
Tú y todos lo formamos, por eso no podemos abandonarlo, a pesar de que morimos apresuradamente y resbalan nuestras manos al asirnos de este mundo. Porque no queremos irnos.
Estallamos en carcajadas para luego derramar una lágrima insospechada. Que cae justo al pie de la cama para asustarnos el sueño todas las noches.
Por la mañana cuando por fin logramos dormir, el golpe de luz nos devuelve la realidad, pero seguimos escribiendo poemas en las paredes por si acaso alguna vez el viento las arranca y se las lleva.
Puede que un fragmento de una letra destrozada alguna vez llegue a ti.
Todas esas palabras te forman siempre.
Cada parte de tu ser está descrito, y tu corazón entero, intensamente oculto, traído a la luz. Por ello sientes desnudez.
Porque conozco tu alma, aunque no contemple más tu cuerpo.
Y yo mismo me encuentro en el escrutinio del mundo. Calificado por todos los ojos como un momento carcomido por el tiempo. Que comienza a poblarse de árboles y se vuelve parte del mundo nuevamente.
Soy un sonido que se pierde, devorado por el eco al gritar tu nombre que de tanto luchar para repetirse, solo acentúa el poder de tu silencio.