Ahora estás petrificada. Silenciosa, apagada.
Siento que te mueves dentro de ti. Tus cabellos permanecen estáticos incluso al aire libre. Tu boca, callada y reseca esperando el beso de la lluvia, esperando susurrar unas palabras.
Siento que me miras, aun cuando tus ojos me demuestren lo contrario. Se encuentran perdidos observando la transparencia del aire. Tus ojos capturan colores de la naturaleza, pero no muestran uno solo de ellos. No observan los matices de la vida, no reflejan el calor que se les entrega.
Te sientes tan liviana que con solo desearlo se te puede elevar unos metros sobre el suelo. Parece que no estuvieras hecha de materia. A veces pareces sólo un espejismo. Una imagen que se refleja en el agua. Una imagen que cuando se toca, se dispersa en ondas por toda la superficie.
Siempre estás dispersa. Tus risas se dispersan en el aire de la tarde. Cuando corres, entre el frío de la mañana tu calor va haciéndose más templado, tus cabellos recogidos luchan por seguir el ritmo que les impone el viento. Tu vida se dispersa, intentando huir de lo que provoca temor, buscando a tientas, en lugares lejanos, las actividades que enmascaren tu soledad.
Algunas veces tu existencia es muy audible, absolutamente ruidosa. Y te escuchas desde lejos, como un trueno atemorizante en la quietud de la noche. No hacen falta palabras para escucharte, tu cuerpo emite una vibración que se desplaza a toda la materia que te rodea, obligándonos a entrar en resonancia contigo, a sentir los sonidos que tu alma en éxtasis provoca.
Eres de piedra. Sé que respiras, que tu corazón palpita a la mínima provocación. Que la tensión en tu cuello es debida a la presión a que sometes la roca de que está compuesto tu cuerpo.
También sé que brillas. Pulido tu cuerpo, engarzado en piel, tu imagen captura y refleja la luz. Tú iluminas siempre tu alrededor. Aunque por dentro estés totalmente apagada. Tu cuerpo emite luz, cuando estás distante, cuando estás callada, cuando ríes y cuando gritas, y hasta cuando estás dormida y sólo la sencillez de la noche puede aplacarte.
Ante el fuego eres impasible. Ante la lluvia, inmóvil. En toda situación pareces ajena. Siempre en espera constante, en un estado de alerta casi indescifrable, parecida a un completo letargo.
Siento que eres un holograma, que a partir de ti el mundo entero puede ser proyectado. Pienso que tú almacenas las instrucciones para todo.
Imagino que eres de piedra. Que te encuentras ahora mismo caminando por el mundo de manera silenciosa.