Se me complica la vida cuando pienso en ti

I

Se me complica la vida cuando pienso en ti.

Esperaría, esperaba de hecho, que todo fuera más fácil cuando estoy contigo. Pero no. Eres demasiado difícil de tratar. El solo pensar en ti me trae dolorosos recuerdos. Creo que debiera olvidarte.

Olvidarte es imposible. Olvidar a la primera, lo es también. Es la primera quien fortalece tu propio recuerdo. Si ella no hubiera sido, tú serías indiferente en mi vida. Pero apareció ella, adelantándose y habilitando tu capacidad de producir tristeza en mí.

Cuando te fuiste, creí que era para siempre. Luego hable contigo otras veces, pero ahora mismo creo que pierdo el interés en ti.

II

Hoy vi a la niña. Es un portento de mujer. Ese cabello rizado, imposible de olvidar, su piel morena, tersa, su cuerpo atlético, su rostro tan delicadamente suave, el piercing en la nariz y su brazalete en la mano derecha, su cabello rizado… No creo que tu recuerdo compita con el deseo que por ella tengo. No quise sentarme junto a ella. Preferí ser indiferente, la cercanía y la confianza duelen cuando no puedes tener a quien deseas. Creo que a ella no la puedo tener, no debo y no quiero.

Cuando la conocí, cuando la vi por primera vez, no creí que fuese tan extraordinaria – para mí. Luego pensé que debía tenerla, que para vivir debería obtener su amor. Pensé después que sólo eran fantasías. Decidí que no era para mí.

A veces pienso que a las personas que uno ama hay que cuidarlas, evitarles todo desgaste, incluso evitar que estén contigo. Que debemos usar a quienes importan menos pues su pérdida no sería tan dolorosa, mientras mantenemos intacto lo que en verdad queremos. Es seguro que me equivoco, no tengo argumentos que defiendan esta postura, pero es una que he adoptado algunas veces. Con resultados funestos por cierto.

Pero hoy la vi. Esa es la conclusión. No sentí nada explosivo, no hubo un impulso palpitante que me asfixiara, solo la vi. Callé mi recuerdo en ese momento para no aparentar debilidad o porque acaso es verdad que la distancia nos va haciendo olvidarnos. Obligándonos a aceptar de modo truculento lo que por mero juicio no podemos: que el tiempo nos separa.

III

Se me complica la vida cuando pienso en ti. Dejo todo, no hago nada, o aunque lo haga jamás avanzo en mi tarea. Me complicas la existencia, pues lo más sencillo sería llamarte o buscarte para hablar del clima, del tráfico, de lo horrible que son la política y la comida americana, sólo para molestarte. Me encanta estar junto a ti, hablar de todas estas cosas sin importancia que se vuelven maravillosas cuando se hablan contigo.

Debo extrañarte y a la vez esforzarme por olvidarte. Eres la más cruel. Otra es la más dolorosa. Pues mientras tú solo sigues la línea que nos marca la vida, la otra arrancó y se llevó una parte de la mía. Nada vital, pero que me mantiene en estado de necesidad constante. Algo que tú podrías saciar, pero por Dios, no es posible.

No debo verte pues me dificultas realizar mis planes de trabajo. Bastaría con hablarte, pero sé que a ti no te perderé el miedo pues no te lo tengo (como a los monstruos, que les pierdes el miedo cuando los enfrentas). En verdad eres tan sublime que lo único que provocas en mí es más deseo, y más difícil resulta controlarlo.

Tú me complicas el día entero. Desde el momento que te vi hasta dormir y soñar contigo. De hecho la afectación se vuelve retroactiva hasta el último día que nos habíamos visto, con lo que concluyo que jamás me dejas libre desde que te conocí. No importa cuánto me ilusione con otras mujeres, tú eres la única que saciaría esa sed de vida que mi cuerpo agonizante tiene.
Afirmo que me complicas la existencia. Tal vez eso no sea cierto y que no seas tú quien la complique y que sea yo el que dramatiza y la vida no es tan terrible como la pinto, tan sólo porque haciéndome la víctima cobro coraje para continuar. “Porque cuando soy débil, entonces soy poderoso”.

La debilidad tienta y dispara mi poder. El convencerme de mi debilidad atiza mi energía para mover mi alma entera.

Pero contigo no es así. No puedo hacerme el débil, pues no me da poder ante ti. Lejos de toda idea anacrónica, tú no estás conmigo y el tiempo lo decidió así – si algún poder de decisión tiene. Tú me has visto llano y sin poses. Me conoces. Tal vez más que cualquier otra habiéndome tú tratado apenas lo suficiente para no serte absolutamente desconocido. Y es que fue ante ti que no tuve pose alguna. Derribabas las barreras que colocaba como protección, liberabas mis ansias de escribir. Mi imaginación fue más vasta que nunca cuando te tenía cerca y podía verte con frecuencia.

Pierdo muchos recuerdos todos los días. El tuyo jamás, pues aunque afirme que me complicas la vida, tu recuerdo será el que me mantenga constante y me haga pensar que el tiempo no importa cuando somos seres mortales con el deseo eterno de permanecer juntos.

A continuación:

Balín se murió otra vez

Balín se murió otra vez