Te apagas con el mundo

Tienes razón cuando dices que no mereces sufrir.

Sufrir es el único defecto que le he encontrado a la vida – aún cuando esto me hace distinguir más claramente el paso de uno a otro estado, felicidad-sufrimiento, vida-desesperanza-angustia-muerte, soledad-vacío-muerte.

Cuando sufres el mundo se viene abajo. Tus párpados se caen poco a poco.
Siempre un poco más, hasta alcanzar el bajo fondo de la energía apagada de tu alma.

Tu risa, escasa las últimas veces, se vuelve insípida. Y vuelves a sentir el disgustante sabor a cobre de la sangre cuando comienza a permear las paredes de tu ser. Comienzas a sentir el fuego que devora cada rastro de tus entrañas. Cada vena y cada palabra – estás al borde de la negrura – están siendo destrozados hasta que mueres. Lentamente comienzas a desaparecer y percibir ese pequeño alivio que es transformarse en ausencia. Quedando sumergida en el vacío que deja tu cuerpo inmóvil.

Sufrir es el premio de un mártir. El drama que potencializa el recuerdo de su vida en virtud de su aguante. Y su memoria es alabada, mientras se torna en envidia para otros.

Guardo una mirada tuya fijándose en mí. Una mirada que me despedazó cuando no me reconociste, cuando vi que tu vida se alejaba y aparentemente solo veías una sombra cerca que te observaba, mientras tú lentamente me dejabas. Guardo un segmento de esos minutos eternos que estuve contigo intentando retenerte, hasta que los dedos se me partieron y no pude sujetarte ya más. Te dejé ir.

Aún ahora percibo el sonido de tu respiración desgarrándose. Y esperas un par de minutos para suspirar una vez más. Yaces allí, tan lejana y fría. Partiendo siempre para no ser alcanzada.

Vuelves a mí siempre, en forma de recuerdo, generando un anhelo fortísimo. Tu recuerdo es imparable, no tengo a bien sostenerme en pie mientras me pesa el dulce calor de tus ojos y el enervante sonido de tu voz – tierno también.

Cierro los ojos e intento concebir el sueño. Me asalta tu recuerdo.

Te contemplo dando vueltas en la lejanía del horizonte. Parecieras alejarte más, mientras mi anhelo te mantiene cada vez más adentro de mí.

Eres sombra al mediodía. Una estela perpetua que vigila inmutablemente mi deambular por la vida.

A continuación:

Sueños

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