Tal vez realizar viajes para escapar de la realidad quita un poco de sentido a mis acciones radicales.
Intentar diluirse en medio de desconocidos nos quita voluntad. Para mí que debo tomar decisiones inmutables, resulta contradictorio.
Trato de enfrentar todo, a todo lo que me desafía, de manera frontal. Y sin embargo, descubro que en algunas ocasiones son otras personas – ellos, siempre ellos – los que solucionan esos problemas que no quiero ver – porque son recurrentes, y porque tienen gran carga de negligencia.
Y ellos me abren paso, mientras yo camino en silencio, sin voltear a ver a nadie.
Después de tantas horas en autobuses, observando paisajes anónimos que me mantienen pensando en cosas ajenas, vuelvo a las respuestas de siempre. A esas acciones que deben hacerse, a mi futuro y la realización de esos sueños. A lo que aún no hago y siempre veo como impostergable.
En medio del vacío, o rodeado por el todo – aun no encuentro una diferencia absoluta – encuentro en cada palabra o escena una respuesta a lo que me cuestiono. Como si fuera una suerte de listado para vida.
Y al regresar a mi punto de partida, con la inercia de tanto tiempo llego en silencio. Con propósitos firmes, pero un terrible cansancio que reduce mis planes hasta la mañana siguiente.
Cada respuesta, es un instante pasado…