La observación del tiempo

Horas y horas de pasividad. Como si me detuviera en medio del tiempo a ver como avanza, revoloteando como un torbellino y levantando cosas a su paso, mientras otras desaparecen en su turbulencia o son arrojadas aquí y allá, algunas ya deshechas.

Tiempo de contemplación, de espera, de paciencia exacerbada.

Esperando el instante en que el tiempo se detiene y es posible capturar su imagen, por demás nítida, casi irreconocible. No conocemos el tiempo como unidad de cambio de situaciones estáticas. Pero es una sucesión de momentos. El momento es imagen, y por tanto el tiempo vuelve a ser una cadena de imágenes, acopladas a lo largo de la vida.

Una mirada a la ventana. La lluvia sigue cayendo persistentemente aunque de manera suave, casi dando una caricia al suelo que absorbe las pocas gotas que recibe. Mientras las luces comienzan a encenderse, conteniendo el avance de las sombras que caen junto con la noche. No hay luna. Casi todo el cielo son nubes y ninguna de ellas tiene forma ahora, son sólo un manto que trasluce muy ligeramente la luz de la luna llena, que permanece oculta.

Pasividad también en la calle y, salvo las notas de Broken Glass, silencio.

A continuación:

La vida es fugaz

La vida es fugaz