¿Hay respuestas para todo?

Las preguntas siempre son un intento de desentrañar las cosas, de volver la oscuridad en brillo. De encontrarse con uno mismo al final de los pensamientos.

También encierran peligros. A veces nos sentimos descubiertos cuando hacemos nuestras preguntas. O cuando la pregunta somos nosotros y encontrar la respuesta implica abrirse a los demás. Ese instante en que permanecemos mente y corazón al aire es de un gran temor. Temor por la imposibilidad de cerrarse súbitamente ante cualquier amenaza.

Nuestra mente permanece en estado normal en completa apertura. Siempre en recepción constante de los ecos del mundo. Capta las voces del ambiente, las seduce, las atrapa. También las reduce a pequeños fragmentos reutilizables de conocimiento. Como tal, la mente siempre anda en busca de respuestas.

Con el corazón no atino a decir porcentajes. Puede que la mayoría sean abiertos, receptivos o cerrados, inescrutables. No puedo afirmarlo.

Posiblemente se abra a intervalos regulares. Tal vez tenga que ver con la posición del sol a distintas horas y días diferentes. Es probable que el primer impulso que lo abra sea voluntario.

Cerrarlo es difícil cuando se hace individualmente, unilateral.

[…]

No sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha

I

Ahora mismo ausente en cada sentido. Con la distancia entre las manos, nulificada.

A mi mano derecha confío la mayor parte de mis tareas. Con ella escribo, con ella señalo, con ella dirijo. En la izquierda se concentran las tareas de apoyo. Caer a dos manos es síntoma de protección ante la adversidad.

Una mano detiene el tránsito, la otra hace una llamada.

En una hay silencio, potestad sobre la comunicación y las respuestas. En un mar de palabras, casi todas ellas se pierden en la inmensidad. Una respuesta siempre con multitud de significados, una respuesta clara no encontrada en las palabras, sino en los gestos, en el tono, en la distancia de los labios al pronunciar cada sonido, en el ligero movimiento de los ojos que delatan la osadía, en la trayectoria de las manos intentando sujetar algo de la nada, para hacer algo de vacío.

El viento se detiene con la mano compacta y abierta. Se corta la fluidez del agua de la misma manera simulando un hacha que rompe la continuidad del movimiento.

Mientras por otro lado se hacen señales de llamada. Se comunica en todas formas con los dedos, con símbolos en la arena, incluso en un lenguaje de señas críptico.

II

Las ubicaciones son iguales a las actividades.

A veces, cuando pronunciamos una oración, parece que nos faltara la última parte del camino. En un extremo sabemos el lugar de partida. Desconocemos el destino.

Explotamos en innumerables sonrisas y en besos mientras nos embriagamos de alegría. A la vuelta, se eleva en humo luego de la última bocanada.

Y de repente nos encontramos intercambiando tragos con desconocidos. Mientras las lágrimas corren a lejos, luego se secan, finalmente se ocultan.

Sueles correr cuando estás agitada, para revolverte por completo el alma. Para evitar que las palabras te alcancen.

Te lo han dicho otras veces. Eres siempre confusión.

Y te repites insondablemente en períodos regulares. Ahora repites la voz, otras veces, los movimientos. Con esos ademanes apartando y a la vez llamando. Con esa sonrisa que se queda suspendida en la distancia, con una mirada que se esfuma al encontrarse con la luz.

Roca

Ahora estás petrificada. Silenciosa, apagada.

Siento que te mueves dentro de ti. Tus cabellos permanecen estáticos incluso al aire libre. Tu boca, callada y reseca esperando el beso de la lluvia, esperando susurrar unas palabras.

Siento que me miras, aun cuando tus ojos me demuestren lo contrario. Se encuentran perdidos observando la transparencia del aire. Tus ojos capturan colores de la naturaleza, pero no muestran uno solo de ellos. No observan los matices de la vida, no reflejan el calor que se les entrega.

Te sientes tan liviana que con solo desearlo se te puede elevar unos metros sobre el suelo. Parece que no estuvieras hecha de materia. A veces pareces sólo un espejismo. Una imagen que se refleja en el agua. Una imagen que cuando se toca, se dispersa en ondas por toda la superficie.

Siempre estás dispersa. Tus risas se dispersan en el aire de la tarde. Cuando corres, entre el frío de la mañana tu calor va haciéndose más templado, tus cabellos recogidos luchan por seguir el ritmo que les impone el viento. Tu vida se dispersa, intentando huir de lo que provoca temor, buscando a tientas, en lugares lejanos, las actividades que enmascaren tu soledad.

Algunas veces tu existencia es muy audible, absolutamente ruidosa. Y te escuchas desde lejos, como un trueno atemorizante en la quietud de la noche. No hacen falta palabras para escucharte, tu cuerpo emite una vibración que se desplaza a toda la materia que te rodea, obligándonos a entrar en resonancia contigo, a sentir los sonidos que tu alma en éxtasis provoca.

Eres de piedra. Sé que respiras, que tu corazón palpita a la mínima provocación. Que la tensión en tu cuello es debida a la presión a que sometes la roca de que está compuesto tu cuerpo.

También sé que brillas. Pulido tu cuerpo, engarzado en piel, tu imagen captura y refleja la luz. Tú iluminas siempre tu alrededor. Aunque por dentro estés totalmente apagada. Tu cuerpo emite luz, cuando estás distante, cuando estás callada, cuando ríes y cuando gritas, y hasta cuando estás dormida y sólo la sencillez de la noche puede aplacarte.

Ante el fuego eres impasible. Ante la lluvia, inmóvil. En toda situación pareces ajena. Siempre en espera constante, en un estado de alerta casi indescifrable, parecida a un completo letargo.

Siento que eres un holograma, que a partir de ti el mundo entero puede ser proyectado. Pienso que tú almacenas las instrucciones para todo.

Imagino que eres de piedra. Que te encuentras ahora mismo caminando por el mundo de manera silenciosa.

Conversación

  • Si, ya sé que estas ocupada.
  • Luego te llamo y no te hablo.
  • En ocasiones quisiera pasármela hablando contigo durante todo el día.
  • A mí también, se me olvidan mis problemas
  • Otras veces, no sé qué decirte. Sólo me gustaría estar simplemente contigo sin hablarnos, sin vernos, solo saber que estas ahí.
  • En serio?
  • Y es que no siempre podemos estar solos, es insostenible esa situación
  • Insostenible?
  • Por eso nos gusta estar con quien nos sentimos en confianza
  • Con quien sabe cómo podemos reaccionar
  • Con quien se adelanta incluso a lo que aún no hemos dicho
  • Con quien puede saber la respuesta que nosotros no tenemos aunque la pregunta salga de nuestra propia mente
  • estar allí, acompañando cuando la otra persona esta triste, intentando, si no sacarla de la tristeza, al menos compartirla para que sea menor
  • Jajá o sin esperarlo te levantan en la madrugada y entonces tienes ganas de hablar y hablar más, o escuchar, escucharla cantar
  • imaginas que con alguna palabra, una que no sabes en este momento y que no has imaginado jamás, puedes hacer a un lado su tristeza
  • que simplemente calla, pero sonríe
  • A veces piensas que puedes hacer que todo suceda
  • Otras veces no tienes ánimo para llamar al menos, para preguntar, para insistir en que te cuente, aunque no puedas ayudarla
  • Para saber que está bien y que todo ocurre con normalidad, sin interferir en sus actividades
  • Hay veces en que no queremos levantarnos, en mi caso hay momentos en que no quiero detenerme más bien, y sigo caminando, sin sentido, sin un rumbo definido, pensando o imaginando mientras veo el anonimato que te dan los lugares públicos donde eres desconocido
  • Simplemente no quiero llegar a ninguna parte, siento que con la movilidad uno se abstrae de sus problemas, dejando sólo la imaginación
  • Caminas y ves a tu alrededor, usando el espacio en que van las preocupaciones para colocar las cosas cotidianas que de otro modo no tomarías en cuenta
  • Aunque de una u otra forma, siempre te asalta a medio paso el pensamiento motivo de estrés
  • Y piensas nuevamente en eso, tratando de encontrar respuestas o tan solo lo llevas allí en la mente
  • Tal como los koans del budismo zen, son una especia de acertijos, a los que no se les busca explicación, no la tienen, tan solo hay que pensar en ellos, o visualizarlos y olvidarnos de nuestro alrededor
  • Luego, una persona, un auto, un anuncio, o nada incluso, el sonido de alguien que platica con su acompañante, te distraen nuevamente y te dan ese instante en que no piensas en nada más
  • Y entonces parece que no existe tristeza o preocupación o nostalgia o soledad, es un momento en que no hay nada más, tan solo imágenes de extraños que discurren por la vida
  • Vienen a tu mente notas de canciones que escuchaste los días pasados o que se relacionan con algo o alguien, y entonces, cuando se evocan esas imágenes, inician los sonidos de la canción
  • de manera inconsciente, casi sin sentirlo o sin poderlo evitar, comienzas a cantarlas, a tararear la misma frase clave que dispara esas emociones
  • A veces fijas la mirada en alguien, tan solo por la sensación de que tus pensamientos, convertidos en palabras no quedan en el vacío, imaginas que se impregna en todos, en quien van dirigidas
  • También es posible que no veas nada, simplemente pones la mirada en todo, sin fijarte en cosa alguna
  • Esperando que de ese modo, nada se pierda, que todo queda en ti
  • A veces no quieres más, simplemente deseas levantarte y reiniciar el contador
  • Tomar todo completamente nuevo y moverlo a tu antojo
  • Construirte la fantasía con los pedazos de mundo que te encuentras ese día en tu camino
  • Pero jamás puedes dejar el pasado, de alguna manera es parte de ti, es tu identidad
  • Y ese pasado, no se trata de las cosas que hiciste, que incluso hayan quedado ya olvidadas, sino lo que ese pasado hizo de ti, la identidad que te ha dado para este momento
  • Nuevamente tienes que lidiar con los problemas, tratar de aventurar nuevas formas de acceder a lo que parece oculto, inaccesible
  • Imaginar, esperar que echen por tierra tus planes y reconstruirlo, finalmente vas por lo que quieres, sin importar el costo
  • Cuando mucho, sería tu vida entera, pero bien vale la pena
  • es lo único con lo que podrías canjear las cosas que quieres
  • Unas veces sueñas, piensas, imaginas que con solo pensar puedes atraer lo que buscas, como el ur – el objeto producido por la sugestión del que habla Borges.
  • Y caminas, observando con atención en todas partes para identificarlo
  • Para encontrar algo que no has contemplado acaso, pero que lo conoces mejor porque ha permanecido en tu mente durante mucho tiempo, esperando a realizarse, aguardando el momento para aceptarlo y capturarlo si es necesario
  • En otra dimensión, no sueñas, no imaginas nada, tus pensamientos son vacíos, parecen simples impulsos eléctricos en tu mente sin significado alguno, sabes que necesitas algo, pero no puedes definirlo, no puedes reconocerlo, no sabes si es este en realidad o una nueva perturbación en la vida que intenta confundirte, equivocarte mientras tomas con completa alma algo que pierdes luego de unos instantes o que se incrusta en ti, y se lleva un enorme trozo cuando ves desde lejos como se aleja
  • Una más de las ocasiones sucede cuando de no pensar, ya no sentir – cansado de haber sentido tanto, tus emociones se agotan, tu corazón se detiene – dejas todo, te abandonas a la corriente de la pasividad
  • A la vibración propia del latido perpetuo del mundo, ya no esperando nada, tan solo olvidando el transcurso del tiempo permaneciendo impasible en la luz, inmóvil bajo el sol o en la oscuridad más concentrada
  • Y justo en ese momento, agotada toda tu emoción, seca casi en su totalidad tu vida, casi inmóviles tus párpados
  • Contemplas lo que no habías esperado, lo que no imaginaste, lo que no pediste jamás porque nunca tuviste noción de lo que existía mas allá de cuanto habías visto
  • Y sacando energía de la nada, de tus despojos, del recuerdo de tu alegría, y energía de la energía misma que deambula en el aire
  • Abres nuevamente los ojos, liberas esa sonrisa ya olvidada, fabricas nuevas palabras tratando de comunicarte con lo que no conocías
  • Olvidas luego las palabras, sientes, dejas de ver el mundo una vez más, pero ahora te sientes completamente vivo, sientes
  • Es un nuevo instante, como cuando olvidas, pero uno nuevo en que conoces, en que te fundes, donde la particularidad pasa a segundo término
  • Un instante que dura más que el tiempo de tu vida, uno que no podrías describir si te ocuparas en ello
  • Luego, paulatinamente, aparecen el sonido y las notas de esas canciones que tarareabas una y otra vez, ayudante a describir lo que no observas, lo que no volteas a mirar, lo que solo sientes
  • Entonces te dedicas a escribir, a observar, a veces a callar
  • Luego cierras los ojos y respiras, sin importar ya las respuestas que no tuviste porque ahor
  • a ya no te ocupan, no caben en ti, no hay espacio para más
  • Plagiando unas palabras: “pasas al fin a la sala de abordaje, luego de estar en la sala de espera”
  • Antes pensaba que la escritura era algo concreto, definitivo, algo que escribías, con la intención de que perdurara
  • Ahora pienso que escribir, es en realidad como pensar, como hablar con la seguridad de que te escuchan y solo tiene sentido en el momento en que se hace
  • Y no hace falta guardar las palabras de modo indeleble
  • Citando de la biblia (no recuerdo en qué parte) “como manzanas de oro en entalladuras de plata, es la palabra adecuada en el tiempo apropiado para ella”
  • De modo que las palabras, solo tienen razón, en el sentido del efecto que producen
  • Aun aquellas construidas musicalmente, aquellas con significados profundos, las que revolucionan todo, también las que descubren en ti lo que habías negado
  • Toda palabra solo tiene sentido por lo que te hace sentir
  • Solo esperando que alguien te escuche y comparta, o que tú mismo escuches el sonido de tu conciencia cuando es ella quien la pronuncia

He aprendido a apreciar las cosas comunes


He aprendido a apreciar las cosas comunes, a dejarme llevar por la gente en más ocasiones – más bien, a dejarme llevar por las emociones que normalmente mueven a la gente a mi alrededor. En una época estuve totalmente en contra de lo cotidiano, me enfocaba en la música más extrema, en exaltar la falacia de la vida social y por ende, hundirme más en el aislamiento. Mis letras y dibujos solían expresar ese mundo hermético en que me movía, en el que – aunque negara todo indicio de relación social – era uno más de una nueva sociedad cuya cohesión provenía del rechazo a los demás. Luego entonces, me aferraba a un grupo en el que sin mantener contacto con otros, me sentía con una identidad, una más fuerte y patológica de la que intentaba escapar.

En la adolescencia muchos nos hemos sentido así. El mundo no nos comprende, nuestras ideas son ajenas a lo que escuchamos todos los días. La vida parece un tanto complicada y sólo aliviamos esa pesadumbre, que a veces parece insostenible, aislándonos.

El aislamiento fortalece los vicios. Vivimos en un sistema social donde todos somos influidos por el comportamiento de otros elementos, de manera positiva o negativa. Pero cuando nos aislamos del resto de las personas de nuestro entorno, ese toque benéfico que en ocasiones resultan ser unas palabras, una sonrisa, la compañía silenciosa, un pensamiento o una mirada, se pierde.

Entonces se multiplican los temores, la vida parece más gris, los problemas – si alguno real hay acaso – se vuelven un entero tormento. Luego, un golpe delicado, un ligero soplo del viento, nos hace caer en honduras más dolorosas.

Pero no todos pasamos por las mismas etapas. Alguien se salta la vida de un engaño a otro, pretendiendo sentir que avanza deprisa por la calle mientras los demás lo observan parados, cuando en realidad él es el objeto estático y su entorno se mueve.

Otro más vive en un mundo paralelo, compartido con muchos más también. Él no expresa su vida en términos de ocasiones felices y apartados dolorosos. Él sólo conoce la dualidad de calma-movimiento. Jamás conoce el pensamiento de quienes lo rodean, sólo observa sus rostros y se resigna a sus sonrisas.

Una vez se descubre que a la larga no nos es posible vivir en soledad – quienes aseguran lo contrario no están vivos en verdad – decidimos probar el mundo. Recorremos, conocemos, nos enamoramos, hacemos planes, los echamos por tierra, volvemos al punto de partida y nuevamente nos entusiasmamos. Nos dedicamos a sentir el aroma del mundo, a saborear su expresión, a perder y errar con tal de aprender más de él. Luego no podemos dejarlo.

La música que nos causaba malestar se convierte en la voz de nuestra conciencia. Esas letras tan cotidianas cargadas de ilusiones son las que nos representan, las que mejor describen nuestras emociones.

La escritura se ralentiza, deja huecos en cada párrafo y aun entre ellos. Las palabras se olvidan en ocasiones por causa de la multitud de pensamientos que nos asaltan, aunque estos se dirijan a un solo punto.

Se nos descompone el sueño. Mientras dormimos no olvidamos nuestros anhelos conscientes. Más tarde, al despertar, ya no pensamos más en ellos, simplemente los sentimos como parte de lo cotidiano. Pensamos en nuestros sueños si podemos recordarlos, o fabricamos más de ellos estando despiertos.

Me parece que tienes algo que ver con el silencio.

Me parece que tienes algo que ver con el silencio. Siento que a veces estás tan alejada de las risas, de la música y hasta de tu propia mente. Imagino que tienes un gran sonido interno, un estruendo que puedes controlar – no sé cómo – casi a la perfección.

Tú eres sonido a fin de cuentas. Eres ruido o armonía. No importa cómo te pueda escuchar, lo hago siempre con atención a cada una de tus notas. En ocasiones te repites, tus ideas vuelven a manera de estribillo, cambiando ligeramente el momento de esparcirlas, variando lentamente su potencia.

Siento que tienes una vibración congénita, un sonido de fondo que genera una ondulación constante sobre tu piel. Es un calor suave, impasible que te da color y que atrae más luz a tu piel.

Sientes que flotas

Sientes que flotas. Que el aire te penetra, obligándote a imaginar lo que en carne no puedes sentir.

Sientes que miras. Intentas ver a través, y te encuentras con vacío. Te encuentras sola, ante una pared. Te ves intacta, sin sombra, tratando de rememorar el tiempo en que solías aprender de la luz, cuando proyectabas tu imagen sobre el viento.

Te sientes indefensa. Necesitada de cariño y protección. Rodeada de mimos, te envuelves en tus sueños. Acostada, compacta, te encuentras pensando en tus sueños, sintiendo mientras sueñas.

[…] Te ríes de ti. Sé que sonríes aunque no te vea.

Pones muchas imágenes tuyas […] muestras el “hermoso alboroto” de tu cabeza. […]

Sin embargo, tienes razón, a las palabras hay que dotarlas del significado que nosotros preferimos. No importa lo que digan los libros, o la mayoría de las personas, no debemos tener miedo aún cuando parezcamos los únicos en sostener una idea. […]

* […] Omisiones del texto original.

Cachetes falsos

Un color que identifica tu alegría, que enmascara tu tristeza. Una calidez que no da cuenta de la angustia en que a veces te encuentras, de las opciones sin más salidas que no te dejan tranquila.

Un color que representa tu alma, que emula tu corazón, pero que a la vez contrasta aún más tu rostro ensombrecido por la tristeza que te inunda y que por consecuencia emanas.

Tuyo ese color que resplandece cuando estás contenta, que demuestra de modo por demás fiel la sonrisa a la que estás acostumbrada. Un color que adolece de soberbia pero que, a la vez, te vuelve más vulnerable, más necesitada de caricias.

Sientes que a veces no puedes con todo cuando en realidad lo tendrías todo.

Parece que te vuelves ausente en ocasiones, que desapareces casi por entero del mundo, abstraída en tus propios pensamientos, sometida por la nostalgia. Luego, en un solo instante te iluminas por completo y tu sonrisa alumbra la pesadez de la noche y tus mejillas brillan una vez más.

La falsedad es una condición indeseable, pero cuando la decimos con cariño se vuelve un objeto de anhelo. Entonces, en lugar de representar el color de la perfidia,  se convierten en la cosa más deliciosa para contemplar.

Arise

Envuelto en negro excepto el color dorado de la cerveza.

Mientras las notas más fuertes aúllan, el tiempo transcurre como derramándose de un vaso. Los rostros se transforman a partir de un halo de oscuridad, se mezclan entre el humo, dibujan rostros más perversos aún, provocados por el calor de la noche.

Los golpes persistentes, el ritmo frenético del bajo, el fuego en los ojos de cada uno y el ambiente de camaradería y complicidad que brinda el anonimato voltean las mesas en vilo.

La cerveza se agota, los gritos abundan. Las manos presurosas a capturar un rastro de todo lo que parece carne lista para devorar.

Tú hablas sobre la euforia de Arise, el otro de la demoníaca versión del Sur del Paraíso. Allá también comienzan con la plática del sexo y los planes de atraparla en casa, mientras suenan las mismas notas trepidantes.

Entre la negrura del lugar se ven brillantes los labios mientras rozan los vasos o muerden el cuello de alguien más. El vampirismo parece cotidiano aquí. La sangre es atrayente. Las almas, sueltas a sus más extremos gustos, se amarran en intrincados nudos sudorosos.

Es un lenguaje común, a pesar de ser ininteligible. El ruido ensordecedor y la oscuridad no permiten más palabras que las que se piensan y se actúan, pero no se dicen.

Reverberación

La imagen continúa. Se propaga a través de nuevos rostros, una nueva voz, otro tiempo solamente.

Esos colores parecen los mismos, proyectan las mismas sombras, dejan un eco que se mueve ininterrumpidamente a través de las oquedades de la memoria, reverberando en cada rostro que se presenta.

Vuelven las únicas tres palabras y la sonrisa, vuelve la proyección casi por completo equivalente de un rostro carcomido por el tiempo y los vicios de imprecisión en las palabras. Vuelve la manía de dramatizar la vida y la rebeldía con que alguien más la toma.

Aunque vuelva el rostro ante el acercamiento de una mirada sigue siendo bastante traslúcida. Otra vez proyecta las caderas o atisba una caricia y se deja a la voluntad de la prisa y el viento. Vuelve a revivir junto con cada primavera.

Fuerte y dominadora hasta que se siente acorralada o sometida. Acostumbrada a la imprecisión planificada. Explosiva y cariñosa, dualidad que la simboliza, mientras que el recuerdo la desmitifica. Los vicios se le rebelan al paso de los días. Sus vicios se vuelven parte de su ser, su identidad. Y su voz, no acostumbrada a la reflexión y el sentido común se lanza omnidireccionalmente o de manera puntual esperando mover un hecho o desplazando incluso una vida entera. Paradójicamente contemplada en el recuerdo de la infancia y siempre a la vanguardia de la vida.

El punto de viraje. Productora de toda suerte de emociones. Hasta el punto de reclamar la falta de contacto mientras avanza ella más rápido que su persecución. Discreta al fin, cuenta sus historias pretendiendo que no esté ahí para atestiguarla. Y finalmente habla de equivocaciones en que ella jamás incurre.

Apenas diferente en la noche luego de mucho tiempo. La misma, con otra vida. Volviéndose casi una sombra en medio de las luces artificiales, perdiéndose en el anonimato de la multitud. Brillando tímidamente ante el recato de su piel.

Una palabra, un suspiro, bastan para despertarla de su letargo y comenzarla a seguir hasta que se pierde en la distancia.

Aun ahora se escucha su llamada. Su voz indica la espera de algo. El tono adusto la despide luego.

Se siente la tensión en su abrazo. El latido de su corazón mitiga su sonido y la rigidez de su cuerpo se pierde, soltándose totalmente mientras demuestra su calor.

Suspendido en un momento, un instante mientras aparece su rostro a través de las persianas, intentando no pensar en la terminal, y volviendo la memoria a las manos entrelazadas. Hasta que su figura la delata y nuevamente parece que es tan solo un vestigio del pasado.