Sentir esa palabra, es como tomar de nuevo el mundo y colorearlo de verdes destellos.
Hablar contigo, es ese lazo que me arrastra desde la cama para llevarme a la ventana a observar la mañana.
Hablar contigo, es despertar nuevamente entre sueños, soñándote mientras sonrío, esperando que tú también me sueñes.
Hablar, es chocar contigo, y dejar que las palabras se hundan, lentamente, hasta alcanzar el alma del otro a través del impacto de nuestros cuerpos.
Es sentir esa palabra tuya, temblorosa, taciturna, recorriéndome completamente mientras mi cuerpo se desmorona con la idea de contemplarte.
Y cada palabra tuya es una bocanada de aire para disfrutar el tono hirviente de tus mejillas,
la dolorosa herida causada por mis manos y el inconfundible,
delicioso silencio de tus labios.
Tenerte ante mí, creando una palabra en cada instante para describirte,
hace que el ruido de mi mundo cese,
para dejarte entrar una vez más, a establecer el ritmo de mis pasos.