Y sí, eras niña.
Y lo que nos unía también nos separaba. Nos iba forzando a buscar lo que no podíamos tener en ese momento. Y al final de esa gran aventura estabas tú otra vez.
Era el día que acordamos años atrás aunque jamás lo habláramos – porque ya no hablábamos.
Pero estabas allí, en ese momento y lugar en que yo te imaginé. La misma sonrisa, esa mirada. Por fuera un tanto distinta. Pero siempre somos los mismos, solo con un poco más de historias a cuestas.
Ya te había encontrado una vez aunque no te buscara, ¿lo recuerdas? “Serendipity eres tú”.
Y si ya era posible que existieras, ¿qué tan difícil sería que nos encontráramos también después cuando ya fueras grande?
Porque ese hilo de complicidad que nos conecta nos llevaría a la cita en esa fecha sin planearlo. Tenía que suceder o perdería la fe en mi propia existencia.
¿Y qué ha pasado? ¿Es acaso éste el principio de esa etapa en que nos separamos como en las novelas – tal vez olvidándonos por ratos – hasta que llegue el momento de volver a hallarnos?
Tal vez todo cariño tiene que ausentarse de nuestra mente mientras permanece enterrado en el alma para que no lo perdamos por un descuido. Hasta que llegue el momento de intercambiarlo.
¿Sería nuestra historia tan ridículamente fantástica que nos encontraríamos en ese futuro momento y entonces serías la “última para mí” como yo sería el “último para ti”? – ya no preguntaré si lo recuerdas.
De pronto esa fantasía en que saltamos a la aventura por rumbos distintos para encontrarnos en la cima me provoca un nervioso vacío.
“Dos veces no podría hallarte“. Sí, porque eres única.
¿Pero qué hay si mi temor subconsciente se refería también a perderte?
¿Y si nos olvidamos en vida? ¿Y si nos perdemos el uno al otro y no nos hallamos ya nunca más?
Tal vez ha sucedido. Porque en tu mirada solo pareciera reflejarme como un personaje extraño, casi desconocido. Solo una sombra de aquel con el que un día saltabas corrientes, saltabas sobre las rocas.
Temo que esa cita ya no ocurra en ese lejano día futuro. Y que en su lugar comience a analizar cuál fue el día de la despedida.
¿Cuál fue ese día en que sin darme cuenta dejamos de ser esas dos personas sorprendidas por haberse encontrado? El opuesto día a aquel en que descubrimos que éramos solo dos personas raras en medio de la nada.