Te recuerdo siempre con esa hermosa sonrisa.
Con tu dulzura infantil.
Y ser decidida para emprender todo cuanto se te ocurre.
Eres ese momento del día en que causas una sonrisa con solo verte.
Tú eres tu sonrisa y tu mirada clara, tu andar juguetón como si fueras saltando y tu legendaria timidez, tu habla extendida y la sinceridad casi ingenua al expresarte.
Eres casi de fantasía.
Casi, excepto por mí.
Nunca me he imaginado como quien traiga lo mejor a tu vida. Aunque tú afirmas que sí. Y tú no mientes.
Pero tal vez lo haga de manera involuntaria. Tal vez así, sin querer, traiga malos momentos a tu vida.
Tal vez eso soy y no puedo evitarlo.
Cuando me doy cuenta ya he causado daño.
Soy quien apaga tu sonrisa y provoca tus lágrimas. Soy la imagen que se aleja y te deja sola cuando me necesitas.
Soy quien te repite todo lo malo que ‘hacemos’ – o hago – y nada de todo lo genial que ha sido el haberte conocido.
Todo lo has hecho pensado en el bien – o no lo habrías hecho – puesto que usas mi semblante como prueba. Y contigo he sonreído mucho.
Yo tal vez culpo a otros. Incluso de maneras no aparentes.
Paso por alto mi participación cuando tal vez quien lo lleva a mal término soy yo.
Me siento capaz de hacer mucho daño. De tan solo nombrarte y ya haber hecho algo para que tu sonrisa se apague.
De solo hablarte y mirarte para que entonces la desilusión ocupe tu rostro en el vacía que deja tu sonrisa.
Pero eres esa ilusión desde siempre. El motivo para sonreír cuando ya no queda otro motivo.
Y también el temor a perder lo que nunca imaginé encontrar.
Si te pierdo ¿cómo podría volver a hallarte?
No podría encontrar alguien más pues solo tú eres tú.
Solo tú eres esa niña con esa sonrisa. Solo tú eres la que siempre está dispuesta a todo. Solo tú eres la que va saltando al caminar y caminas de ese modo tuyo.
Solo tú pudiste encontrar eso que dices encontrar en mí – y yo me asombro aún de que sea así. ¿Qué podría tener yo para ti?
Yo solo soy yo.
Solo soy ese amasijo de ideas extrañas, mal carácter y peores actitudes que no entiendo cómo puede resultar atractivo.
O doloroso, como puedo resultar a veces.
O tal vez es lo contrario:
Tú tuviste que hacer algo verdaderamente malo para tener que conocerme y enamorarte de mí.
Y yo tuve que haber hecho algo extraordinariamente bueno – lo cual en verdad dudo – para tener el premio de haberte encontrado.
Pero puede no ser ninguna, o nada, ni otra cosa.
Y solo somos tú y yo que nos encontramos en el momento justo.
Y como todo en un mundo imperfecto nada saldrá perfecto.
Pero todo lo hecho habrá valido la pena de haberse vivido.
Tal vez solo nos complementamos para que tú no te asfixies en tu exceso de bondad y falta de malicia. Y yo no explote por mi mal carácter y maldad mostrada a veces, aunque aplacada por ti. Nivelada a extremos de parecer alguien bueno gracias a ti.
Solo tú eres tú. Dos veces no podría hallarte.