¿Cómo abordar un estudio sobre fractales?

¿Cómo abordar un estudio sobre fractales?

¿Comenzamos con el código, la infinita serie de sentencias en un lenguaje incomprensible para los papás de la gente común, esa maraña de símbolos que sólo en las pesadillas se les alcanza a asignar un significado? ¿O imaginamos que somos detectives tratando de anticiparnos al siguiente crimen de un asesino en serie?

Hay quienes simplemente se sientan durante horas frente a una imagen fractal y la observan con la vista en realidad dirigida al infinito, como si acaso pudiesen verse los detalles de lo infinito tal como lo hacemos con las cosas que tenemos al alcance directo de nuestras manos.

No son raras también las historias – de esas que pasan de boca en boca, a veces mediante besos, como una forma de resonancia fractal que al llegar a su destino final se decodifica nuevamente en palabras – acerca de gente que se queda parada en los pasillos del metro de la Ciudad de México atendiendo con la vista las exposiciones de imágenes fractales. Algunos que parecen engañosamente obras de la naturaleza pero que han sido producto de retorcidas técnicas artificiales y otros más que parecen haber sido confeccionados a mano o maquilados en serie por alguna corporación que crea miles de productos exactamente iguales y que simplemente se apilan y se convierten en muros mimetizándose con las paredes de las bodegas que los albergan.
Estas personas, mimetizada su mente también con la extraña autosimilaridad y repetición de las imágenes que observan, se quedan detenidas en el tiempo y espacio, convertidas en verdaderos postes a los que algunos distraídos llegan a azotarse por no fijarse adecuadamente mientras corren con prisa hacia los andenes.

Como si fuera un juego de la naturaleza, la exposición de fractales está contigua al planetario que se encuentra suspendido al techo de uno de los pasillos atestados de gente. A manera de un complot, uno comienza a perder la noción del tiempo y de la razón hasta que se termina irremediablemente absorbido por la inmensidad del universo – que en realidad abarca unos cuantos metros cuadrados para los observadores casuales y viajeros que parecen flotar mientras se desplazan en tumulto.

Inalterable. Impasible. Ese es el aspecto de algunos individuos cuya mente ha sido trastocada por los ciclos de un fractal. Sea porque invirtieron más horas de las que tiene el día programando ese fractal, o bien, porque es tan hermoso que no puede dejar de contemplársele. Ellos, si acaso están viendo la imagen en la computadora, tan solo ejecutan el movimiento necesario para refrescar la pantalla para que la computadora no hiberne por inactividad. Algunos se han olvidado de hacerlo y sólo salen del trance una vez quemada la pantalla.

Los más mesurados encuentran en los fractales una forma de recreación – igual que los millonarios que dan un vistazo de vez en cuando al Rembrandt que tienen en el pasillo hacia su recámara pero que, a diferencia de los fractales, vale millones.

A continuación:

Abuela

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