Por qué soy serio, por qué imaginativo – por qué estoy aquí?
O por qué suelo observar, calladamente, el apresurado paso del mundo. Y luego corro en dirección contraria, gritando palabras ininteligibles para otros, pero determinantes en mi vida.
A veces he hablado de amor. No, creo que siempre hablo de él.
Y escribo los sueños que me provoca su delicioso estado. También la soledad que me ha causado perderlo. Pero ya no escribo más de eso. Si la soledad ha de atraparme, que ya no sea en mis palabras.
Para mí las letras son la realidad. Pienso mejor cuando escribo, es una forma de pensar para mí, cuando la simple abstracción no me basta.
Con letras construyo las imágenes de quienes me señalan con su recuerdo. Con espacios he ido calculando los vacíos que han dejado regados a su paso por mi vida.
Y la palabra ‘vida’ es una de las más comunes. Me encanta sentirme vivo, y pensar en ese milagro todos los días, cuando no estoy preocupado por no morir y no ser infeliz.
Me basta con cerrar los ojos para soñar. Porque mientras los tengo abiertos en realidad no sueño, capturo las imágenes de este mundo para sumarlos a mis pensamientos mientras mi mente divaga.
Tomo un poco de luz y otro de viento, un poco de color y otro tanto de sonrisas. Tantas como sea posible para adornar la vida de felicidad reflejándose en los rostros de otros.
Y a pesar de que mis ojos se cierran. Continúo pensando palabras que ya no plasmo aquí. Pero quedan en toda narración diaria de mi vida.