De cierta forma trato de canalizarte como uno de mis más caros anhelos.
Y veo el oscuro matiz de tus pupilas reflejar la traslucidez de mi alma. Me vuelvo un poco más trasparente cada que camino bajo el sol. Como si el calor ardiente del mediodía quemara los colores de mi cuerpo, y me fuera consumiendo siempre un poco más.
Incluso mis huesos ya resienten el calor abrasador de esas caminatas sin sentido bajo el sol. Recorro el mundo a esas horas para soportar de modo más exitoso esa ansiedad que me ha venido perturbando la existencia.
La ausencia inquieta mi vida. Porque es claro que lo he dicho ya, me es intolerable la vida si no sé lo que ocurre y si la respuesta huye de mis manos.
Y me encuentro a menudo experimentando el peligro, porque es la única forma de confundir la tristeza para no sufrirla a cada instante, mientras la imagen taladra mi mente para no hacerme olvidar jamás.
Correr en parajes remotos, lanzarme en lugares impensables y emprender aventuras a media noche por barrios desencajados me hacen liberarme por un momento del recuerdo.
Recuerdo que vuelve a mí en forma de tortura, y como adicción que me hace incrementar la locura de mis actos para salvaguardar mi alma de la desesperación que me consume cada segundo. Cada noche me despierta siempre para seguir imaginando en medio de la oscuridad la profundidad enorme de mi cuarto desolado. El abismo de mi silencio se une al grito espantoso de los recuerdos que no me dejan. No si nunca serán un presente en que vuelva a la existencia para gobernar de nuevo el curso de mi alma.
Mis escritos se han vuelto melancólicos por regla general. Una especia de neblina confundida en medio de las palabras es lo más cercano a mi habla. Un pedazo de oscuridad es el brillo de mis ojos bajo el mediodía.