Hey, no le peguen

Hey, no le peguen”. Fue lo que dijo su tía al ver que los otros niños de la mesa le pegaban por cualquier discusión propia de niños. A sus cinco años, comenzaba a crear el registro de su vida. Acaso había ya otros sucesos en la memoria que persistiría muchos años después, pero este es uno en que se visualizaba la necesidad de protección.

Han sido incontables los momentos en que necesitó curaciones debido a las heridas que continuamente le aparecían, a veces desconociendo el origen de ellas, o negándolo otras. Incluso tratando de ocultar cortadas que eran por demás evidentes. Y cuya ocultación traía más problemas.

Digo la verdad al 50%

“Digo la verdad al 50%”, “dos terceras partes son verdad”, “es la verdad, pero no toda la verdad”.

Cuesta más mentir que decir la verdad. Pero es cierto que a veces no decimos toda la verdad. En ocasiones porque pensamos que nos afectaría decir absolutamente todo. Otras, porque consideramos que decir cada detalle de lo que ya se dijo, y cuyo significado es claro, sería algo enfermizo. Cierto que no somos todos como algunos esperarían. Nuestra mente maximiza esas ideas, las recompone, las vuelve más monstruosas. Se trata de llenar el vacío de los detalles con historias verdaderamente completas, aunque los detalles sean en realidad pequeños y no venga al caso comentarlos.

Pero la verdad siempre es apreciada. Lo que para nosotros podría carecer de importancia, para otros es fundamental conocerlo. Esto, no porque se quieran recrear en los detalles de cosas comunes, cosas que escuchamos o vemos muy a menudo, sino que se intenta conocer mediante esos detalles la forma en que nosotros nos comportamos en la vida, cómo respondemos a la adversidad, a la tentación o incluso si actuamos con malicia.

“¿Qué es la verdad?” Es una pregunta muy conocida, un pasaje bíblico donde se denota el deseo inherente del hombre de conocer con exactitud lo que sucede con algo o con alguien.

La parte más difícil de la verdad es – tal vez en conjunto el esfuerzo que supone a veces decir esa verdad – que los demás la crean.

Petit et fragile

Ella.

Su silencio

Siempre callada, pareciera ausente. A veces da la impresión de que es inmóvil en el tiempo, como una fotografía del momento. Parece un instante que dura demasiado. Es estática.

Siempre en silencio. Parece una voz apagada, oculta entre sus miradas que cambian de objetivo al mínimo contacto. Una mirada que pareciera decir algo, pero que igualmente se desvía para no ser descubierta.

Su silencio es imperturbable a veces. Boca a punto de gritar lo que su corazón encierra pero que se detiene justo un segundo antes de pensar en la primera palabra. Su boca no responde al mandato de su corazón, suele sujetarlo fuertemente para evitar que éste vibre. Su vibración causaría desplazamiento del aire, generando sonidos reconocibles por quien se proponga escucharla.

Sus ojos miran, tratando decir al menos un saludo, pero apagados nuevamente por la tracción que ejerce el temor en ella.

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No me volví a ir

Me llevaron.

Hablando en términos estrictos, no me llevaron. Pero me desconectaron de ti. Justo cuando buscaba una canción cantable –  hay algunas de las que escucho que son verdaderamente indescifrables – se perdió  mi conexión. No podía ir a esa hora a pedirle a mi tía que me dejase revisar la conexión – el internet lo tiene ella, aunque no sabe a ciencia cierta qué es :S, yo simplemente aprovecho los recursos disponibles.

Esta vez no me dormí. Y aunque quería regresar a la plática, no me fue posible, así que solo me acosté y seguí pensando. No tenía mucho sueño en verdad. De hecho, luego de que me describiste tu atuendo, se me fue el sueño (¿por qué será?). Una de las ideas que pasaron por mi mente fue hablarte por teléfono, pero hubo un problema que me complicó llevarlo a cabo: no tengo tu número.

La plática sigue girando en torno al oso. Yo digo que no y tú insistes en que sí. Yo digo que tal vez y tú dices que de una vez. Ambos sabemos por qué no [?].

Luego viene el momento de cantar. Cierto que no soy muy entonado, pero cuando es por el chat, parece que fuera el mismísimo Sinatra, y que tú fueras ehh… bueno, no tengo idea de quien canta las canciones que te he escuchado, pero te salen excelentes, sobre todo cuando le quieres besar los ojos.

Pero me gusta tenerte hasta tarde platicando – lo peor viene cuando me quedo dormido luego de afirmar que no estoy cansado y ni tengo sueño – aunque si fuera más temprano sería igualmente agradable (también puedo emplear la palabra igual en otros contextos, no para decir que me da igual cuando se trata de ti, que por cierto, no sé de dónde sacas esa idea).

:(Al momento de escribir esto es tarde, es casi la 1 de la mañana. Así que si deseo comenzar la semana corriendo, debo ir a dormir ya. Trataremos en persona el resto. Si estás de buenas, que creo que conmigo por lo menos no, luego de haberte dejado colgada en la plática por enésima vez, platicamos más.

Cuando tropiezo con el silencio

Cuando tropiezo con el silencio, lo comparto.

Hasta el silencio arroja información, a veces de desprecio, otras de irrefrenable sentimiento que no se puede decir, porque alguien más nos detiene. Pero la mayoría de las veces duele, porque el silencio es, por extensión, carencia, y la carencia nos inquieta.

En música el silencio es parte de la melodía. La pausa es fundamental en la vida, porque ayuda a crear el ritmo que nos mueve. Pero el alma es siempre constancia, la pausa nos desconcierta, y cuando ésta se prolonga nos llega una terrible sensación de abandono. Nos provoca un vértigo que no se controla con la risa, que no se aleja con las pláticas sin sentido, que nos constriñe siempre esperando que renunciemos a nuestras metas, nos empuja siempre al vacío, a la condena a que nos sometió aquel nombre premonitorio.

A veces el silencio es una hoja en blanco. No siempre es oscuridad y desesperanza. Es también libertad para moldear una nueva realidad.

Pero tengo la sensación de que el silencio es desaparición, puesto que no puedo pensar en silencio. Tal vez de modo inaudible – esto es la mayoría de las veces -, pero mi cabeza está siempre llena de ideas alternas, no llena de voces, la única voz que reconozco y sigo es la mía. Sólo abro la puerta en ocasiones a alguien, pero igualmente puedo cerrarla en cualquier momento, como respuesta al silencio al que se me obliga.

Al final, estoy siempre en alerta, aunque parezca ausente he enseñado a mi ser a estar consciente de mi entorno, a reconocer las voces que se esconden tras el silencio, a mostrarme estoico aunque las fuerzas se me desborden del alma, a callar mi respuesta aunque conozca de sobra tu pregunta. Me vuelvo persona de extremos, aun cuando pueda comprender la sutileza de una mirada aunque los labios callen. Pero debo sujetarme a las condiciones que me marca la vida. Igualmente me gusta romper con todo, excepto mis propias decisiones.

Sí, cuando tropiezo con el silencio, sólo lo observo y lo comparto. Luego avanzo.

Tenemos la fantasía de que todos los sueños se vuelven realidad

[…] en múltiples ocasiones intento escribir “la grande obra”, pero por motivos casi sin relevancia, abandono la redacción después de algunos cuantos párrafos o, más comúnmente, tan sólo cambio de tema para darme cuenta al final que alguno de esos párrafos no planeados son en realidad la continuación de lo que venía escribiendo una semana antes, o más raro aún, que son una especie de plano escrito para lo que habría de emprender el próximo mes y que ni siquiera me daría cuenta sino pasado un año desde que comenzaré a escribirlo. ¿Suena raro no?

No todo lo que se escribe es cierto, no todo lo que imaginamos es real, aunque en verdad tenemos la fantasía de que todos los sueños se vuelven realidad. Será porque nuestro cerebro se rebela contra nosotros mientras dormimos, mientras urde un plan para arrebatarnos definitivamente la conciencia. Pero que, casi en todo momento, el mundo material, tangible y enrevesado en que nos desenvolvemos vigila como en toque de queda que se guarde la compostura en toda situación.

Así resulta la escritura, siempre es un intento, un paso hacia la realidad, un medio, no es un fin en sí, siempre es una herramienta o una causa acaso – cuántas revoluciones no han iniciado por motivo de unas palabras, cuántas vidas han sido cegadas, o por lo menos tocadas de modo irreversible, de una manera en que siendo humanos nos convertimos en humo, en piedras o en aire (en viento algunas veces, cuando arremetemos de modo indiscriminado mientras liberamos la ira), en cualquier cosa menos en carne y razón y conciencia y sed.

Tratando de explicar el motivo por el que escribo, sigo escribiendo, y es de este modo en que me resulta imposible ser objetivo buscando una razón para lo que hago. Será que las cosas que hacemos comúnmente para sobrevivir no tienen explicación porque no la requieren, y no hay una acerca de ellas. La naturaleza limita el espacio para la explicación a fin de dejar más lugar para la practicidad.

Entonces, no tengo explicación. No me inspiro como lo hacen algunos para ejecutar la obra. Para mí es natural. De la misma manera, cosas que para mí están más allá de mi capacidad – como cocinar, leer sobre ingeniería de software, mandar caritas en el messenger – son sumamente fáciles para otros. Por supuesto, todos (en buena salud) caminamos, pero no todos obtenemos el oro en las olimpiadas. De igual forma, escribir es un medio, son pocos los que lo convierten en arte. Para mí es necesidad, resulta una forma de drenar las cosas que ahogan mi alma.

No sé cómo catalogar lo que escribo, pues aunque para mí son todos distintos, hay algo que resulta invariable: yo. No podría ser de otra forma. Pues todo lleva mi personalidad, creo yo. Nuevamente creo, pues mi perspectiva no puede ser objetiva.

Me siento solo incluso cuando estoy contigo

Parecía una premonición. La soledad iba a estar conmigo durante largo tiempo. Dentro de la inconsciencia no alcanzaba a visualizar las semanas venideras. Las imágenes que me asaltaban de manera periódica mostrándome el cuerpo de esa oscuridad.

El sonido de aquella voz se escucha ya muy lejano, es tan sólo un ruido de fondo, sólo la reverberación de esas palabras en las oquedades de mi memoria. Es una calma continua salpicada por inflexiones cada vez más espaciadas. O incluso es un ruido fantasma que mis oídos parecieran seguir escuchando, aunque ya no sea real.

Soledad, con el significado provocas angustia y con tu tono, deseo. En todo momento receptiva, confiada, segura. Luego, esquiva, indescifrable.

No avanzo en tu camino

“La vida es ahora”, dice un comercial.

Es ahora y no encuentro claridad aún en los caminos de mi vida. El camino aquel está en constante confusión, para mí no es claro. Es ciertos momentos parece una línea recta, en otros desaparece totalmente, cambia de ubicación, me desconcierta con sus acciones sobre el medio que lo rodea.

A veces lo recorro, olvido por un momento las advertencias de que el camino fue trazado para alguien más y de que no me lleva a ninguna parte. Mis pies no se marcan en él. Comienzo a recorrerlo, y como si fuera suerte de espejismo me hallo en una curva desde la que se domina todo el trazo del camino que me falta por recorrer, pero cuya ruta conozco ahora. Luego me encuentro con densa neblina, y cuándo ésta desaparece me descubro nuevamente en el inicio, con el camino vuelto tan sólo una vereda pedregosa, casi intransitable.

He recorrido veredas, algunas en oscuridad y que me eran totalmente desconocidas. En algunas ocasiones las he bajado resbalando por el lodo, mientras escucho el grito de las aves que vuelven para dormir cuando llega la noche. Luego, cuando había que saltar sobre las rocas, mis pies ya se doblaban después de recorrer varios kilómetros, eran simples mazos que ya no tomaban la forma del suelo que pisaban, ya sin movimiento. El dolor que poco a poco fue extendiéndose por mis tobillos hasta alcanzar mis rodillas e impedirme finalmente seguir caminando.

No avanzo en tu camino. Eres una selva impenetrable o eres una calzada amplísima. Eres diferente siempre. Te desconozco. No sé si recorrer más en ti, perderme por ti, o descubrirte al fin. No tengo noción de lo que camino ahora.

Las matemáticas lo explican todo

Siempre es posible asignar valores humanos a las variables matemáticas. En una ecuación, x es cualquier persona, una situación, una frase incluso. Y toda ecuación puede evaluarse para determinar su validez o falsedad. La vida es igual.

Tratamos de resolver las ecuaciones que nos digan qué palabras tomar como verdaderas. Volvemos a imaginar una solución en la que al asignar un valor específico a x el resultado es válido para cualquier situación en la que x es un entero, donde no se aceptan fracciones. Entonces x es elevado a una potencia n y su valor se incrementa, siempre entero, siempre en constante aumento.

Otra realidad alternativa es que x sea un número primo, y en verdad no sea posible determinar su valor cuando se busca en un rango arbitrario especialmente alto. Sólo puede determinarse calculando uno a uno sus pasos, siguiendo cada segundo sus palabras, sus acciones, la ligera sonrisa que muestra, para descubrir si realmente ese número es válido o nos hemos equivocado nuevamente en el cálculo.

Pueden existir relaciones entre x, y, z, …, en ocasiones imperceptibles o tan imbricadas que uno no atina a descubrirlas claramente. Sus valores se confunden en varios momentos; una vez graficados, sus grupos de valores se cruzan de manera repetitiva en un patrón no identificable. Mientras que x permanece como una asíntota, cada vez más cercana al eje pero sin tocarlo jamás, rozando apenas sus perímetros.

x es identificada siempre como una variable. En un momento ya lejano toma un sonido característico de la voz como valor, luego se convierte en una medida de tiempo donde la relatividad toma especial importancia para evaluar cómo hacer más lento el paso de los segundos en una parte de la función y acelerarla en otra. A veces toma como valor el ángulo del desplazamiento de un rostro que se vuelve para pasar desapercibido, o el de una figura monótona que refleja la luz de otra, o más atinadamente su oscuridad, mezclándola con tanto ruido que resulta casi imposible determinar la señal buscada.

Al final su valor actual es reemplazado por otro más exacto, uno que traiga armonía y no distorsión a su gráfica. Hasta que x es eliminada de la ecuación y la solución definitiva aparece, no hay más incógnitas, no sin haber hecho multitud de pruebas e intentos infructuosos por desplazar la variable hasta quitarla de la ecuación y hacerla más clara.

En un momento x es todo, unas horas después ya no es nada.

definitiva y rematadamente salao

…el viejo estaba definitiva y rematadamente salao lo cual era la peor forma de la mala suerte.
[El viejo y el mar] Ernest Hemingway

Yo también estuve salao para la pesca.

Y aunque ese era el plan, en realidad ni tenía la paciencia suficiente para esperar incluso por horas, ni los peces abundaban a esa hora del día, mucho menos el sol era piadoso sobre nuestras espaldas.

No hubo peces.

Pero la arena invitaba a correr, casi hasta el punto de vomitar los pulmones del cuerpo que ya no respondía a tanta agitación.

Unos raspones más, unos menos.

Una vez en el agua, siempre al cuidado de que no apareciera el cocodrilo devora hombres del que alguien hablaba, mientras el otro lo negaba con sorpresa por tan elaborada fantasía.

Un niño corría de manera muy graciosa sobre la ardiente arena gritando, mientras buscaba el agua. Una vez allí se dispuso a entrenar arduamente como lo hacían su papá y sus hermanos.

La mayoría temiendo irse a lo más profundo del río, con temor de que las fuerzas no les alcanzaran para burlar la corriente del río que se hacía más fuerte hacia la tarde.

Ya camaronizado como menciona mi madre, salimos del agua rumbo a la casa. Caminando a duras penas sobre las rocas del río. No creo que exista cosa más difícil que caminar descalzo sobre esas rocas.

Con los pulmones ya repuestos del abuso, la piel ardiente y con más ánimo para emprender caminatas largas, salgo rumbo a mi casa. Mientras contemplo algunos raspones que hacía días no tenía.