No importa cuántas palabras diga

La distancia ha probado ser irrelevante ante las emociones.
Cuanto más lejana, más intensa pareces mostrarte ante mí. A pesar de esa barrera que has construido siempre.

Siempre estoy atraído a ti.
Comunicándome con pensamientos.
Dando respuesta a tus dudas mediante las canciones que escucho.
Como si sus títulos fueran mensajes – cuando no es posible decirlos con palabras propias- sobre la soledad de mi presencia en las noches.

No puedo separarme, aún con todos esos obstáculos.
No puedo dejar de soñarte en las insondables noches que paso escribiendo sobre ti.
No puedo pensar siquiera, cuando no te encuentro incluida en mis fantasías.
No puedo y no debo olvidar, por temor que mi propia vida se disuelva en tus recuerdos.

Doy vuelta a la página y continúo viéndote en cada línea.
En cada pared veo reflejada la silueta de tu alma.
Mostrándote siempre tenue, por temor a ser descubierta.

También huidiza, porque el dolor pareciera perseguirte y amenazar con destruirte nuevamente.
Aunque la vida solo intente amarte.

Debo confesar que a menudo trato de olvidarte.
Un día me resuelvo a olvidar la ligereza de tu sonrisa.
Otro día, tus palabras. Aquellas por las que más te recuerdo, o por las que más te aborrezco.

Uno más, trato de arrancar de mí, tu rostro.
Hasta que desisto, cansado el corazón ya. Y reconozco que borrarte es matar la conciencia de mi propia vida.

No importan mis palabras, mis penas sobresalen en mi piel, para ser contempladas por todos.
Para dar respuesta a las dudas sobre la seriedad de mi rostro.

Sólo mi silencio da cuenta más clara de mi vida, que si escribiera mil páginas.

“…aunque yo mismo no la vea.”

Las horas siguen pasando. De manera monótona el sonido del reloj marca el ritmo de los latidos. Una tras otra, cada una de tus imágenes vuelve a mi mente.

Tu rostro en cada ángulo refleja a veces la unicidad de tu ser. Otras, el recuerdo de quien vuelve cada vez que estás junto a mí.

La desfachatez que encuentras en la vida ha sido otro de los males que el mundo ha arrastrado desde que ella se fue. Tu habla inconsistente, de manera casi sistemática, hace dudar de la realidad del universo. Me hace preguntarme si eres verdadera o eres solamente un reflejo del pasado.

Te ocultas en la distancia, en el silencio, en mis recuerdos – para no descifrar quién eres en verdad. Pero desde allá en la lejanía en que te desvaneces sigues generando nuevas imágenes que se traslucen en mi mente. Como si fueras una luz perpetua frente a mis ojos, estoy obligado a verte. A soñar contigo, incluso cuando ya no siento, y parece que estoy muerto.

Estoy listo para aceptar tu propuesta.

Soy capaz ahora de responder todas tus preguntas. Y puedo también, sacar la verdad de ti. Te conozco – hace mucho – y entiendo el profundo conflicto de tu alma. Te conocí antes de verte aún. Pues eres la materialización de todos esos sueños que presencié desde mi infancia.

Abismo

De cierta forma trato de canalizarte como uno de mis más caros anhelos.

Y veo el oscuro matiz de tus pupilas reflejar la traslucidez de mi alma. Me vuelvo un poco más trasparente cada que camino bajo el sol. Como si el calor ardiente del mediodía quemara los colores de mi cuerpo, y me fuera consumiendo siempre un poco más.

Incluso mis huesos ya resienten el calor abrasador de esas caminatas sin sentido bajo el sol. Recorro el mundo a esas horas para soportar de modo más exitoso esa ansiedad que me ha venido perturbando la existencia.

La ausencia inquieta mi vida. Porque es claro que lo he dicho ya, me es intolerable la vida si no sé lo que ocurre y si la respuesta huye de mis manos.

Y me encuentro a menudo experimentando el peligro, porque es la única forma de confundir la tristeza para no sufrirla a cada instante, mientras la imagen taladra mi mente para no hacerme olvidar jamás.

Correr en parajes remotos, lanzarme en lugares impensables y emprender aventuras a media noche por barrios desencajados me hacen liberarme por un momento del recuerdo.

Recuerdo que vuelve a mí en forma de tortura, y como adicción que me hace incrementar la locura de mis actos para salvaguardar mi alma de la desesperación que me consume cada segundo. Cada noche me despierta siempre para seguir imaginando en medio de la oscuridad la profundidad enorme de mi cuarto desolado. El abismo de mi silencio se une al grito espantoso de los recuerdos que no me dejan. No si nunca serán un presente en que vuelva a la existencia para gobernar de nuevo el curso de mi alma.

Mis escritos se han vuelto melancólicos por regla general. Una especia de neblina confundida en medio de las palabras es lo más cercano a mi habla. Un pedazo de oscuridad es el brillo de mis ojos bajo el mediodía.

Trato de acostumbrarme a tu ausencia

Cuando me siento solo – demasiado, incluso en medio de multitudes- pienso en ti.

En realidad jamás te olvido. Simplemente ese recuerdo tuyo se hace tan intenso que nuevamente se me entumen los dedos, como si intentará cerrar las manos para sujetarte, a fin de que no te fueras. Y me resulta imposible.

¿Sabes? Cierro los ojos con mucha más frecuencia. Me ausento del mundo. Quisiera conquistarlo unas veces y sostenerlo en mi mano como trofeo. Pero en ocasiones no puedo siquiera ponerme en pie. No puedo romper esa primera barrera que impone el ánimo tan desgastado.

Apago las luces y me quedo despierto –ahora con los ojos abiertos- fijándome en la nada y en lo espeso de la oscuridad. Te imagino a lo lejos, suspendida. Veo en tus ojos la decisión de dar marcha atrás – en mi mente todo parece posible.

El sueño se ha vuelto un fantasma para mí. Y mantengo la vigilia siempre, justo en aquella hora en que por última me hallé junto a ti. Aunque ya no pudieras comprenderme.

El sueño es para mí la mitad de la vida; la otra, lo es la muerte.

¿Y cómo esperas que me acostumbre a estar sin ti? ¿Cómo quieres que no imagine que al menos el dolor no me alcanzará también hasta el punto de la muerte?

Insoportablemente haces falta en mi vida. Luego de una sonrisa diaria, ahora ni una sola palabra.

Y aunque a veces era tan sólo una mirada. Parece que me extingue si se me pierde tu recuerdo.

Por eso sigo escuchando la dulzura de tu voz cada día, y me aseguro de sentir con toda la misma emoción, para no dejar de pensar en ti. Porque perderé entonces el último refugio de esperanza que me asalta a cada mañana.

Me imagino una vez más reflejándome en tus amorosos ojos. Y que en cada parpadeo tuyo, se me llene de más motivos la vida.

Siento el silencio cuando tratas de decir adiós sin escribir una palabra

Siento el silencio cuando tratas de decir adiós sin escribir una palabra. El silencio cuando en la distancia esperas un adiós sin que yo abra mi alma para escapar del rezago y dejar de extrañar tanto.

Y con la mirada observando el espacio en la habitación, descubro un mundo poblado por la ausencia.

Atiborrado de palabras que se han quedado sin pronunciar. Descomponiéndose en cada instante que transcurre en mi mente, en que no escribo. Siento que muero.

4:15 am

Una vez me desangro.

Comienzo a perderme, a olvidarme. Comienzo a encontrarme sólo en los carcomidos recuerdos.

El alma se me escapa entre los dedos. Mientras sostengo mi corazón en una palma, me desangro hasta el final.

Todo se resume en tu última mirada. Vacío el mundo para ti. En tus ojos cerrados yacía el pasado.

Vuelve a mí tu imagen en el frío de la mañana.

A las 4.15 comienzo a temblar mientras me fijo en la quietud de la calle. El silencio, su oscuridad.

Despierto sintiéndome diferente.

El mundo más blanco. Un tanto difuso.
Despierto y hay silencio.
Las calles desiertas como si fuera una nueva fundación del mundo, y aún falta poblarlo.

No me encuentro con nadie. Forzadamente te recuerdo, pero no vienes a mí en forma natural.
Parece que te olvido muy deprisa.

Las palabras son las mismas. Los nuevos anhelos han llegado.

Y siento que te encontraré. Como una persona nueva.

Una vez más siento ganas de vivir y no morir jamás.

Te apagas con el mundo

Tienes razón cuando dices que no mereces sufrir.

Sufrir es el único defecto que le he encontrado a la vida – aún cuando esto me hace distinguir más claramente el paso de uno a otro estado, felicidad-sufrimiento, vida-desesperanza-angustia-muerte, soledad-vacío-muerte.

Cuando sufres el mundo se viene abajo. Tus párpados se caen poco a poco.
Siempre un poco más, hasta alcanzar el bajo fondo de la energía apagada de tu alma.

Tu risa, escasa las últimas veces, se vuelve insípida. Y vuelves a sentir el disgustante sabor a cobre de la sangre cuando comienza a permear las paredes de tu ser. Comienzas a sentir el fuego que devora cada rastro de tus entrañas. Cada vena y cada palabra – estás al borde de la negrura – están siendo destrozados hasta que mueres. Lentamente comienzas a desaparecer y percibir ese pequeño alivio que es transformarse en ausencia. Quedando sumergida en el vacío que deja tu cuerpo inmóvil.

Sufrir es el premio de un mártir. El drama que potencializa el recuerdo de su vida en virtud de su aguante. Y su memoria es alabada, mientras se torna en envidia para otros.

Guardo una mirada tuya fijándose en mí. Una mirada que me despedazó cuando no me reconociste, cuando vi que tu vida se alejaba y aparentemente solo veías una sombra cerca que te observaba, mientras tú lentamente me dejabas. Guardo un segmento de esos minutos eternos que estuve contigo intentando retenerte, hasta que los dedos se me partieron y no pude sujetarte ya más. Te dejé ir.

Aún ahora percibo el sonido de tu respiración desgarrándose. Y esperas un par de minutos para suspirar una vez más. Yaces allí, tan lejana y fría. Partiendo siempre para no ser alcanzada.

Vuelves a mí siempre, en forma de recuerdo, generando un anhelo fortísimo. Tu recuerdo es imparable, no tengo a bien sostenerme en pie mientras me pesa el dulce calor de tus ojos y el enervante sonido de tu voz – tierno también.

Cierro los ojos e intento concebir el sueño. Me asalta tu recuerdo.

Te contemplo dando vueltas en la lejanía del horizonte. Parecieras alejarte más, mientras mi anhelo te mantiene cada vez más adentro de mí.

Eres sombra al mediodía. Una estela perpetua que vigila inmutablemente mi deambular por la vida.

Sueños

Sutileza viva de imágenes reales
Perseguida por una mente que anhela rumbos predeterminados para sí.
Planos que le guían. Sendero marcado con rostros y actos.

Soñar con una mariposa que con sus colmillos desgarra todo ser humano.
Chapotea con sus venenosas patas en la sangre que brota a chorros de las orejas.
Mariposas que gritan para no oírse ellas mismas
Que temen a la oscuridad, mientras la noche las cubre con gruesas sábanas.
Y en las sábanas, gusanos que devoran las piedras del fundamento de la casa.

Perforan piedra, suelo y alcoba.

Un agujero tremendo en el piso del ropero es ahora escusado para los amigos.
Yo orino, tú cagas.
Nuestro centro de porquerías, el ropero. Inundado de desperdicios.

Siempre libertad absoluta y sumisión necesaria.
Placer y dolor. Sueño y pesadilla.
Dualidad indeleble de la vida.

Siempre sueños. Más tarde hechos.
Pero en la noche se dan alas a los durmientes.
Volar hacia la nada, la intimidad,
hacia dentro de sí.

Oír el fantástico ritmo del corazón,
acoplado al de la creación – bruñido espejo inmaterial.
Todo es imagen. Sueño.
Frontera traspasada, desconocida. Transformada en recuerdo.

Libertad.
Garras que no dejan lugar a la conciencia racional.
Instinto más puro. Motivo.
Deseo iluminado,
emergido de los destellos del ojo.

Sueños.
Manipulación perversa de la mente y los sentidos.
“Puente entre el mundo, los sentidos y el alma”
Ritmo original de la creación. Poema.

Poeta.

Búsqueda de la revelación poética.
Llegada al vasto mundo de señales e imágenes.
Puente de comunicación el todo y nuestra fantasía.

Una vida está envuelta en un cristal lustroso

Si mi mano se volviera hierro
paz invadiría mi cuerpo
Ya no más letras,
no más golpes.

Hierro mi mano,
¿por qué no hierro todo mi cuerpo?
Carne, sangre, espíritu.
Toda mi alma envuelta en metal,
fundida en la más pesada inconsciencia de los sentidos.

Insensibilidad total.
Nulidad plena de sentidos.

Pero todo, vuelto hierro,
no más se encontraría vivo.

A cambio de paz
muero.