El solo pronunciamiento de esta palabra evoca la irrealidad del mundo. ¿Acaso no es la vida un sueño, el mundo un anhelo tangible y el ser la máscara de la inexistencia? Borges se recrea en la invención de mundos fantásticos, inmersos en los espejos que revelan la infinidad de sus imágenes. Cada imagen es un ser, en un tiempo, en un espacio y, a la vez, la negación del mismo.
En Thlön, Uqbar, Orbis Tertius, cada palabra es una evocación de la esperanza de conocer el reverso de nuestros seres. Thlön no es más que el deseo fecundo de una nueva sociedad, sin más necesidades que el pensamiento. En las abstracciones reside oculta, camuflada, la verdad. La existencia. No es el vano nihilismo que al negar todo reducto de realidad se niega a sí mismo y, paradójicamente, materializa el pensamiento.
En cada movimiento retórico, la batuta del escritor se dirige a exacerbar los ánimos de libertad, proponiendo, en ciertos momentos de éxtasis literario, el viaje astral como la llave de la existencia plena, en un quimérico planeta. Pero este jardín de emociones, el jardín de los senderos bifurcados, plantea la irreducible dualidad del ser humano. Por una parte apuesta por la liberación de las cadenas de la materia y, a la vez, comprende la indestructible vinculación con ella, producto de cuya relación los pensamientos toman forma (o más bien, crean las formas que el mundo toma). Es así como Yun Tzu busca la manera de comunicarse con su comandante de una manera más sutil, imperceptible para el resto del mundo, unívoca al objeto de su pensamiento. No encuentra otra, mas que la muerte de una imagen facsímil de la ciudad de la que tiene que dar cuentas. Hronir inevitablemente. Él no busca ese nivel de comunicación, se le concede y le es imposible rechazarlo. El Hronir es eso, la imperativa manera como el mundo – sea real o utópico – nos entrega las cosas que buscamos.
Ur requiere la colaboración estrecha del ser humano. Él crea el Ur, producto de la sugestión. Una idea se implanta como real en nuestra mente, entonces es real. Basta que un libro sea posible para que exista. Todo está escrito. Todo lo contiene la biblioteca. Es babel, pues los libros están nebulosamente reposando en sus estantes, confundiendo a menudo, creando el pánico anhelo de comprender el mundo. Puede estar escrito en numerosas lenguas, puede ser pretérito o futuro, el humano está hecho de palabras, la biblioteca es de condición humana, es el universo. El ser humano crea el universo, y lo crea mediante sueños. A condición de un gran riesgo: que él mismo sea un sueño y que el despertar de su creador esté próximo. Pero todo es un juego de azar, la conciencia o el sueño, son la recompensa o castigo por la audacia de desafiar al desorden total del universo que, al repetirse periódicamente da a luz al maravilloso caos ordenado que subsidia la existencia. Cada uno sueña lo que quiere ser, se esculpe en insondables noches de sueño hasta que, terminada la obra, la da a luz, llega a ser padre de sí mismo.
Borges no es el primero que cavila en estos temas. La elevación mística es el trémulo paso de los entes religiosos aún bebés. La mala fortuna que nos depara el azar en la lotería es el ostracismo que tortura continuamente a los que son diferentes – ¿y quién no los es? – y representan una amenaza contra lo establecido. El hombre quiere soñar, pero quiere imponer a otros los desvaríos de ese sueño. And if he left off dreaming…